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Laboratorio de investigación artística sobre esfera pública

LaPublika es un programa de actividades sobre el modo en que las prácticas artísticas construyen esfera pública. Por esfera pública entendemos tanto aquellos espacios considerados como públicos (la calle, la plaza, la ciudad), como internet o los medios de comunicación, y los mecanismos con los que participamos en la gestión de lo común (el lenguaje, los ritos, las normas, la estética de los procesos colectivos). En un momento en el que surgen nuevos paradigmas sociales y ciudadanos, LaPublika quiere ser un marco de trabajo y reflexión sobre estos procesos.

Centrada en los lenguajes del arte, LaPublika atiende también a otros campos de saber, en particular las ciencias sociales, el urbanismo, las pedagogías y los feminismos. La perspectiva de género y las pedagogías críticas, tanto regladas como informales, atraviesan el conjunto del programa.

LaPublika cuenta con la colaboración del grupo de trabajo OREA coordinado desde consonni con la colaboración de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco UPV-EHU, integrado por Juan Pablo Ordúñez Martínez ‘MawatreS’, Andrea Estankona y Josefina Roco Sanfilippo.

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LA COCINA DE LAS PRÁCTICAS ARTISTICAS.

Conceptos, afectos y sospechas.

 

Puesto que LaPublika nació con el objetivo de entender mejor la forma en que las prácticas artísticas pueden contribuir a generar esfera pública, quizás deberíamos plantearnos si el análisis riguroso del trayecto recorrido, no nos obliga a reconsiderar el propio concepto de esfera pública. En esta modernidad tardía, pos-tradicional, no se trataría tanto de participar en el debate académico sobre las diferentes interpretaciones que buscan definir cómo debería ser entendida la esfera pública o el espacio público, sino de intentar superarlas trascendiendo los esquemas canónicos de discusión para abrir ese concepto unitario y cerrado y abordarlo como lo que en realidad intuimos que es: una manifestación de lo social múltiple, fragmentaria y rizomática, en continua construcción, en la que conviven tres dimensiones que, en palabras de Deleuze, estarían determinadas por el concepto, el afecto y el percepto. Esta perspectiva nos obliga a poner en relación lo individual y lo colectivo, lo racional y lo emocional, lo conceptual y lo sensible. Nos permite, en definitiva, humanizar esa concepción de esfera pública idealizada −limitada fundamentalmente a lo logo-céntrico y lo propositivo desde los valores de la Ilustración− reivindicando que ser cuerpo es ser en el mundo, que somos un cuerpo que condiciona todas nuestras percepciones y todas nuestras relaciones con los otros en cualquier posible construcción de lo social.

¿De qué forma los fundamentos estéticos que configuran las prácticas artísticas están contribuyendo a dotar a ese proceso social continuo, múltiple y rizomático, de un potencial transformador, de pensamiento crítico, liberador, con capacidad de resistencia y, en definitiva, emancipador?

Ese es el marco de análisis que este enfoque nos facilita, abriendo el camino a plantearnos cómo se articula esa interacción para que lo simbólico, el imaginario y todo aquello que es esencia de las prácticas artísticas pueda justificar su función social. Esto inevitablemente presenta dos líneas de trabajo que convergen: una que sea capaz de establecer los fundamentos éticos en los que esas prácticas artísticas deben estar sustentadas y otra, desde el pensamiento estético, que trate de identificar los requisitos formales de expresión capaces de producir el efecto buscado. Ambas líneas deben intentar responder a la realidad contemporánea donde ya no tiene sentido considerar el arte encerrado en un lugar aurático y distante de los mundos de vida.

Por el contrario, nos interesa encontrar cuáles son los nuevos mecanismos de conexión, qué prácticas artísticas son capaces de activar una nueva sensibilidad social contrahegémonica, que no niega el conflicto y que prefigura una profundización radicalmente democrática en lo político.

“TODOS ESTAMOS EN PELIGRO”

Estas fueron las últimas palabras de Passolini con las que se cerraba una entrevista el día anterior a ser encontrado asesinado. Las prácticas artísticas son peligrosas para el capitalismo y el desarrollo de sus ciudades, como nos explica Rosalyn Deutsche en su texto Agorafobia. Dicho peligro radica en lo siguiente: la capacidad de transformación que estas prácticas tienen, su capacidad de generar debate y lucha, de transformarse en herramienta de revuelta, inclusión, pensamiento... es decir: las prácticas artísticas son susceptibles de entenderse como peligrosas por su capacidad de transgredir, de generar grietas en esa concepción unitaria de esfera pública. Por ello: todos y todas estamos en peligro. 

Desde Mayo del 68 hasta el 15M hemos visto como muchas prácticas surgidas del arte han girado puntualmente para que durante un tiempo determinado se conviertan en una herramienta susceptible de expresar las necesidades sociales de un contexto/tiempo determinado. Pero no es solo en estos momentos de convulsión social cuando el arte y sus prácticas más horizontales son peligrosas o efectivas. Las prácticas artísticas que construyen/destruyen esfera pública, no van a ser otras que las que, por alguna razón, quizás sin que está sea su voluntad primera, generan un papel activo en la construcción de los significados de lo que nos rodea. Prácticas que nacen desde una vocación crítica, desbordando lo discursivo, aportando un discurso otro, que surge como un análisis heterodoxo en alguno de sus puntos o prácticas, que se hallan en el centro del terreno de la disputa y no en un extremo de la conversación. El debate será la mejor herramienta de una sociedad con necesidad de superar sus propios problemas, y el arte de esta sociedad no puede estar al margen. Las prácticas artísticas que potencien propuestas horizontales frente a la exclusión o la verticalidad, y el cuestionamiento y la resistencia frente a lo institucional, serán las que mantengan vivo el debate con el cual hacer que la idea de lo social avance.

“DEMOCRATICEMOS LA DEMOCRACIA”

La idea de resistencia será la base de las prácticas y del debate que no se dejará absorber por lo institucional. Así, las prácticas que se desarrollen con un trabajo horizontal, se posicionarán ante las prácticas habituales en las que la verticalidad es el sistema. Una ecuación más que sumaremos a la dicotomía entre el espacio público y la esfera pública, intentando acercarnos a esa concepción múltiple, fragmentaria y rizomática. Pero ¿resistencia de quién y ante quién?

El público, los públicos, (la publika) son un elemento fundamental en estas prácticas en las que se trabaja en base a unos objetivos. Estos objetivos, unas veces tangibles y otras veces menos tangibles pero vinculados a generar actitud, conducta o empoderamiento, se entenderán igual de necesarios que otros objetivos más directos. La lucha por los derechos es una lucha constante, ya que los derechos no se dan, se consiguen. ¿De qué otras cosas trata el debate de la esfera pública si no es de la conquista de derechos? Esa conquista se ha ido dando de maneras muy diferentes desde el arte: prácticas inclusivas, que analizan y repiensan el contexto, que actúan como narradoras de otras historias no oficiales; prácticas que mantienen viva la memoria del entorno en el que se desarrollan y preservan sus significados; prácticas que se desarrollan en un diálogo de igualdad, con la finalidad de hacer que el contexto, el pensamiento y lo social avancen.

“VALERSE DE: USOS y TÁCTICAS”

Lo que entendemos como “lo social” es siempre un espacio de conflicto. Y este conflicto ha de gestionarse desde todos los ámbitos con capacidad de agencia que lo determinan y constituyen. Es decir, todas las partes que hacen realidad el concepto de que algo es social, deben ser conscientes de su pertenencia a esta dinámica y actuar en consecuencia. Las prácticas artísticas no deberían sentir que pueden mantenerse al margen. Pueden servir como bastión de resistencia pero no como parte desconectada de la realidad. Por ello, esas prácticas que se suman a la problemática del contexto convirtiendo en uso sus tácticas, serán la parte vinculante de un arte a una sociedad determinada. Desde ese imaginario gráfico y escultórico vasco, hasta las reclamas de un arte latinoamericano bajo dictaduras, pasando por las prácticas feministas de los 60 y 70 en Estados Unidos.

Entonces, las múltiples posibilidades y oportunidades presentes en la(s) esfera(s) pública(s) quedan evidenciadas. Visibilizamos sus diversos contenidos, tránsitos y derivas para ponerlos en crisis. Cuestionándolos y cuestionándonos, en este escrito nos motivaba detenernos en aquellos procesos que subyacen a la construcción y la reproducción de los imaginarios.

Como zona de contacto espacio temporal, mediante interrelaciones complejas entre sujetos heterogéneos, en la esfera pública se negocian, se crean y se cuestionan los significados, los sentidos, las ideologías y las representaciones. En su interior imágenes, códigos, lenguajes, prácticas, interpretaciones y percepciones danzan bailes convulsos.

El conflicto es inherente, es la condición de posibilidad de estos procesos. Que se mueven de manera ni lineal ni uniforme, yendo y volviendo desde lo estático, lo homogéneo, lo normativo, lo totalizante, lo universal a lo dinámico, lo heterogéneo, lo disruptivo, lo diverso, lo particular. Se trata de imaginarios múltiples, muchas veces en minúsculas. Que pujan queriendo asomar, para poder ser vistos y reconocidos en ese gran imaginario, en la esfera pública. De ahí la sospecha, la necesidad de mirar a contrapelo las múltiples narrativas, micro-historias, los fragmentos, las parcialidades, los micro-relatos y las micro-temporalidades que intervienen es esa compleja configuración, que es a la vez material-concreta y simbólica.

 

De diversas formas e intensidades, lo uno y lo múltiple se disputan la construcción de imaginarios. Como parte de estos dinamismos, se confrontan diferentes proyectos y visiones. Que no son unívocas ni herméticas. Al interior de sus prácticas, hay tensiones y contradicciones. Van mutando según las interrelaciones y el paso del tiempo y los entornos en los que se desplieguen. No se trata de cerrar discusiones sino de abrir interrogantes que nos ayuden a desbaratar ese modelo de estabilidad, de homogeneidad controlada. Y de animarnos a jugar, a explorar. Desbaratando, de-construyendo, problematizando. Dialogando, recreando, arriesgando. Desconfiando de las certezas absolutas. Aunque eso implique salirnos de ciertas zonas de comodidad.